Cuando leo a Rober Frost, siempre siento algo como un escalofrío. Hasta los pocos veranos de sus versos los siento como otoñales. Buena parte de su vida se la pasó en una especie de cabaña cedida por un familiar.
No me lo puedo imaginar de otra manera, que escribiendo frente a la chimanea mietras las pastos de sus tierras se van cubriendo por la nieve y le invierno lo arrincona con sus pensamientos.
He aquí un pequeño poema de Robert Frost, algo quizás decimonónico, aunque admite alguna lectura más actulizada sobre la conciliazión de lo terrenal con lo espiritual.
Una pregunta
hombres de limo, y responded sinceros:
Si del alma y el cuerpo sus heridas
no fueron por nacer un alto precio.
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