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viernes, 21 de octubre de 2011
miércoles, 24 de agosto de 2011
Poemas del Cabo de Gata de Raul Quinto
11 poemas cortos sin título, el último excluido en papel y rescatado para esta edición digital de la revista Hache. Los poemas exaltan el paraje lunar del Cabo de Gata, hallazgo poético que el autor no se cansa de repetir. Desde el principio los elementos y la imaginería con que versifica están más que trillados, aunque ciertos giros poéticos sostienen los poemas como la ruptura semántica del primero “Aquí la luna late su desnudo./ En esta luz.” o la sinestesia del segundo “[...]el canto/ sucio de las gaviotas.”, una pena que el encabalgamiento rompa el juego rítmico.
El ritmo es cansino y aunque se respete el ajustado corsé del endecasílabo con algún resbalón, los versos apenas suenan. La cadencia repetitiva junto con el tono monotemático ayudan a que la lectura pese. El tono es hímnico, con giño budista “igual que el párpado de un dios/ al comienzo del sueño.”, a veces hay algo de tensión erótica pero no se mantiene y ese “tú” queda postizo como una convención sin una pizca de carnalidad : “Entre tu piel y el centro de la tierra\ hierve la arena fría.”
En el poemario abundan los sintagmas manidos “cicatriz oscura”, “materia efímera” una semiantitesis demasiado usada y pretendidamente trascendental, en otros la artificiosa cursilería sonroja “pálidos copos/ de luna” o incluso encontramos algunos que comparten ambas características “mercurio/ oscuro titilando” o “estrellas mínimas”. A veces la sintaxis resulta incongruente por tan ajustada como un haiku mal traducido.
La estilización budista del Cabo de Gata queda superficial, el tono no cambia, y aunque el lenguaje es audaz técnicamente no emociona. Solo queda un modernismo frívolo que no se cuestiona nada. Se trata sin duda de un libro menor del autor de La piel del vigilante o La flor de la tortura, libros bastante más interesantes.
El ritmo es cansino y aunque se respete el ajustado corsé del endecasílabo con algún resbalón, los versos apenas suenan. La cadencia repetitiva junto con el tono monotemático ayudan a que la lectura pese. El tono es hímnico, con giño budista “igual que el párpado de un dios/ al comienzo del sueño.”, a veces hay algo de tensión erótica pero no se mantiene y ese “tú” queda postizo como una convención sin una pizca de carnalidad : “Entre tu piel y el centro de la tierra\ hierve la arena fría.”
En el poemario abundan los sintagmas manidos “cicatriz oscura”, “materia efímera” una semiantitesis demasiado usada y pretendidamente trascendental, en otros la artificiosa cursilería sonroja “pálidos copos/ de luna” o incluso encontramos algunos que comparten ambas características “mercurio/ oscuro titilando” o “estrellas mínimas”. A veces la sintaxis resulta incongruente por tan ajustada como un haiku mal traducido.
La estilización budista del Cabo de Gata queda superficial, el tono no cambia, y aunque el lenguaje es audaz técnicamente no emociona. Solo queda un modernismo frívolo que no se cuestiona nada. Se trata sin duda de un libro menor del autor de La piel del vigilante o La flor de la tortura, libros bastante más interesantes.
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crítica,
poesía,
Raul Quinto
jueves, 20 de mayo de 2010
El público es un Monstruo de mil cabezas
Como acostumbro a no tomarme demasiado en serio, suelo tratar los recitales a la ligera. Casi siempre escojo mis textos más fáciles; como es oral, temo que la gente se aburra o no se entere de que van los poemas. Voy relajado, o lo más relajado que puedo ya que soy uno de esos nerviosos patológicos, la pesadilla de un mastro zen me han dicho alguna vez. Pero justo esos días voy tranquilísimo, hasta el último segundo antes de empezar a declamar, me pasa siempre lo mismo, se satura la sangre de adrenalina y el corazón como un péndulo golpea mis costillas, recito mecánicamente, me doy cuenta que voy un poco rápido (voy rapidísimo leyendo)y lo corrijo, el problema llega cuando: entre poema y poema me da por meter algún comentario, entonces está todo perdido, se me enrosca la sintaxis, mis explicaciones tienen más hipérbatones, hiperbatones, hipérbatons, hipérbaton -¿cómo leñes se dice el plural de hipérbaton?- que mis poemas, las palabras se me deshilachan, se me vuelven pelusas en la boca, joder, no soy tan torpe hablando. ¿Qué hacéis en los recitales, cómo os los preparáis, qué consejos tenéis? Contesta Monstruo.
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