Me gusta esta oración, porque entremezcla tánto lo espiritual con lo material, que uno no sabe por dónde decantarse; no es que nunca se haya tocado esta línea: Withman, Neruda o Claudio Rodríguez (por poner un ejemplo español), pero se le ve su propia voz haciéndolo, elevando la materia al espíritu y encerrando el espíritu en la materia. Yo con mis cortas entendederas de siempre, sólo puedo ver a alguien admirando un rascacielos. Por cierto, pongo los versos finales con los que me llevo peleando bastante; hay un juego que no he podido traducir, ni su juego ni su belleza; espero que seáis indulgentes: “Let me be the great nail holding a skyscraper through blue nights /into white stars.”
La oración del acero
Cuelga sobre mí un yunque, Dios.
Martillea y golpéame contra una barra.
Déjame examinar los viejos muros.
Déjame levantar y edificar los viejos cimientos.
Cuelga sobre mí un yunque, Dios.
Martillea y golpéame contra un clavo de acero.
Llévame a las vigas que sostienen un rascacielos.
Hunde al rojo vivo los remaches y suéldame a los pilares centrales.
Déjame ser el gran clavo, sosteniendo rascacielos a través de la noche azul
adentrándose en las estrellas.
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