viernes, 9 de diciembre de 2011
Ajeno de Claudio Rodríguez
Nº 7, este es para mí el mejor poema de Claudio Rodríguez, después de tantos años desde que lo leí la primera vez y me sigue entristeciéndome y emocionándome, me purifica, tiene como un efecto catártico.
Cuando iba a la facultad había un profesor que no paraba de insistir en que Claudio era su primer libro "El Don de la Ebriedad" y lo demás no merecía la pena. Me gusta mucho ese libro, pero mis poemas preferidos pertenecen a otras partes de de su obra como "Alto Jornal", "Cielo" "Dinero","Cantata del Miedo", "Mi ropa" o "Ajeno" este poema.
Un poema moral sobre la entrega, sobre lo que ganamos con el amor y lo que perdemos al no amar, sobre nuestra relación con los demás, sobre lo miserables que somos cuando estamos solos que ni siquiera vivimos.
Sus encabalgamientos, una de las cosas en la que Claudio destaca sobre todos los demás, son significativos, quiero decir, que le dan más fuerza a lo que dice. El sustantivo o el adjetivo que se demora hasta el siguiente verso tiene como un efecto de grandilocuencia y a la vez de humildad, como si alguien dijese algo importante y le faltase aire para decírtelo y tú le prestaras más atención para entenderle. Claudio hace como ninguno que ritmo y decir bailen sincronizadamente.
Ajeno
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y curo del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.
Etiquetas:
Claudio Rodríguez,
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poema
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Bueno, qué te voy a decir yo de este poema. Muy apropiado el momento para haberlo visto, por cierto, porque justo me asomaba al blog para hacerte una recomendación para tu lista de los principales. Recomendación compartida de Alberto y mía. El XXIII de Trilce, absolutamente brutal:
ResponderEliminarTahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.
En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.
Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar. Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor,
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.
Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?
El poema está de puta madre y no lo conocía, lo de "el alquiler del mundo" no es una coincidencia con el libro de Pablo, no? Me parece un poema que bien pudiera estar en Poemas humanos, no me parece tan críptico como para ser de Trilce. Por cierto lo he buscando y no lo encuentro, qué significa "estuosa"
ResponderEliminarEs un poema duro, duro, especialmente la última estrofa, gracias por este poema. Un beso