domingo, 27 de noviembre de 2011

Lope. La noche. Marta. de José Hierro

Esta es mi tercera opción para la lista, un poema de José Hierro, con el que me reconcilié hace un par de años.
Después de escuchar este poema, me sorprendió tanto que fuese de Hierro, que cogí prestado el libro al que recitaba: era de una antología de Alianza, no estoy seguro, con poemas tan buenos como este. Antes de eso solo había leído Cuaderno de York, no me había entusiasmado mucho.
El poema es culturalista, y lo digo sin el valor peyorativo al que se le ha adherido a este término, la voz del poema encarna a un Lope ya anciano, un burlador vencido por los años y  ayudando a s u querida Marta de Nevares, ya ciega y medio loca.
El poema toma esa situación histórica para contarnos muchas cosas a la vez, por un lado está la noche, que representa la muerte inevitable, pero también la pasión y la ceguera de Marta. Por otro, la cotidianidad de un hombre ayudando a una mujer enferma de la que está enamorado. Por otro está el amor, el amor erótico y el amor religioso unidos, confundidos. El rechazo social a ese amor, encarnada por Góngora. Hay varias voces intercalas, incluso varios registros muy bien diferenciados desde la voz de Lope, esto me parece técnicamente una proeza de la sutilidad y el matiz. Qué lo disfrutéis:


He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.

     «Salí al rayar el alba —digo—.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo —entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera—;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.
     Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.
     No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
—al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»—
en los que hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
            Dicho me han por una carta
            que es tu cómica persona
            sobre los manteles, mona
            y entre las sábanas, Marta
.
qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina la estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.
     Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana. Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa
Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea—luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.
     Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
—mis bien cortadas plumas—,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Ego te absolvo.
     Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.

     Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.





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