A pesar de ser hijo de funcionario, me da cierta alergia, una fobia que quizás tenga un origen remoto en la historia del hombre, un odio que acelera los mecanismos de la ansiedad y la desesperación, ya lo vimos en La casa de los locos de Asterix. Paciencia, paciencia y la cola va hacia atrás, pasadizos laberínticos por documentos, los vuelva usted mañana o el 902 para torturarse con la melodía en espera. Todo cobra nuevos sentidos, solicitud: muro infranqueable, cualquier duda: no puedo hacer nada, no es este mi departamento, recurso: locura ad circulum. Sus instrucciones precisan de expertos cabalísticos.
A día de hoy, estoy convencido de que todo es capaz de generar su propia burocracia. Esa crueldad absurda de domar el cotidiano caos con parodias.
Desde luego que en Occidente (o en el norte, como se suele decir ahora) es así... El sistema se ampara en ese tipo de incongruencias para defenderse de cualquier acción directa. Todo requiere un trámite. Y en el tiempo empleado para ello, debemos olvidar la urgente importancia de lo que necesitamos.
ResponderEliminarUn abrazo...
D.
Muchas gracias por comentar Diego, perdona el retraso en contestar, tengo le blog muy abandonado, he estado muy ocupada, un salido y gracias
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