jueves, 19 de julio de 2012

Teleraña de R. Carver


Carver  es el poeta al que más he traducido en este blog. Reconozco que en parte es porque su estilo es muy sencillo, y en sus poemas no encuentro grandes problemas de compresión.
Pero no es solo esa la razón que me ha llevado a traducirlo uno y otra vez. Carver me ennamora, su vitalismo luminoso, su manera sencilla de hablarnos de todo lo que importan, como he dicho otras veces "ese no a pelar a las grandes palabras", él se vale de la vida para hacer poesía, y detrás de su sencillez hay mucho. Sí que es cierto que a veces es demasiado narrativo, su versos no fluyen, y que su tono es casi invariable. Pero quien ha encontrado su voz, se mantiene en ella. Si alguien compara el estilo de los cuentos con el de su poesía encontrará una coherencia pocas veces repetida en otro autor.
Este poema es un ejemplo perfecto de la escritura de Carver, pues es un pequeño texto que esconde mucho más de lo que se ve a primera vista. De una manera muy sutil, Carver nos habla de la fragilidad de la vida y al mismo tiempo de su fortaleza a través de una teleraña que encuentra en una casa abandonada, de la fuerza lírica que tiene cualquier momento de la existencia, de que la belleza puede estar en cualquier lugar. No soy tan ingenuo para no saber que no se trata un gran poema, es un pequeño fragmento lírico como toda la obra lírica de Carver, hecha a base de retales de vida como esa teleraña que se estremece por el soplo del aliento.
Telaraña



Hace unos minutos, entré por la cubierta
de la casa. Allí podía ver y oír el agua,
todo lo que me pasó en aquellos años.
Caliente y en calma. Con la marea baja.
Sin pájaros cantando. Apoyado en una reja,
una telearaña tocó mi frente.
Se me quedó en el pelo. 
No pueden culparme de que me volviese
y cayese dentro. No soplaba viento. El mar
en calma sepulcral. Colgué la teleraña en la lámpara
donde la miro estremeciéndose al tocarla
mi aliento. Un buen hilo. Intrincado.
Después de mucho, después de que nadie lo note,
me habré ido de aquí.


The cobwebA few minutes ago, I stepped onto the deckof the house. From there I could see and hear the water,and everything that's happened to me all these years.It was hot and still. The tide was out.No birds sang. As I leaned against the railinga cobweb touched my forehead.It caught in my hair. No one can blame me that I turnedand went inside. There was no wind. The seawas dead calm. I hung the cobweb from the lampshade.Where I watch it shudder now and then when my breathtouches it. A fine thread. Intricate.Before long, before anyone realizes,I'll be gone from here.

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