miércoles, 22 de febrero de 2012

Los amorosos de Jaime Sabines

Nº 13, Sabines es un poeta mexicano conocidísimo. Tiene un poemario que se llama Algo sobre la muerte de Mayor Sabines, es muy bueno, pero muy duro, muy doloroso, tanto que he preferido hoy evitar releerlo y poner este poema que también es genial.
En él va contando la muerte del padre, su enfermedad, entre partes muy dramáticas y con algún contrapunto antipoético, pero te cala hasta los huesos. Sabines es una especie de antipoeta que se ha vuelto poeta honorífico como Nicanor Parra, aunque Sabines es menos antipoeta.
Este poema, para algunos, se ha convertido en un icono. Lo cierto es que no deja de ser una manera diferente de decir los tópicos románticos de siempre, aunque consigue ser fresco. su ritmo repetitivo nos deja apreciar sus imágenes, saborear su verbo cercano. A pesar de que el poema sea un poco triste a mí me llena de cierto optimismo, antes por verme reflejado, ahora que no me considero un amoroso por nostalgia supongo.


Los amorosos


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,

la hermosa vida.

4 comentarios:

  1. Me gusta mucho este poema, es verdad que provoca nostalgia. Me recuerda a la adolescencia, que a algunos nos ha llevado una década despedirnos de ella y todavía nos cuesta.

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    1. Me pasa exactamente lo mismo, ¿qué piensas de Algo sobre la muerte de Mayor Sabine?

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  2. Desolador. La imagen del tronco como padre, el deseo de la muerte, la negación, la rabia, la aceptación y finalmente como la vida sigue, aunque no llegue a ser nunca lo mismo. La espera de la muerte propia. Creo que no hay otra forma mejor de explicar como nos sentimos frente a la muerte de un ser querido y más de un padre. Me parece una vía de escape, una terapia no un poema, un reflejo de lo que es la vida: un ir muriendo poco a poco.

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  3. Pues la verdad es que sí, es más una terapia que un poema, aunque esa es su manera de ser poema, en cierto modo es un poco la forma con la que revitalizar el género con más crudeza, más realidad -las descripciones del hospital son aterradoras-, una manera de tradición de la ruptura cuando dice aquello de ustedes con su pequeña muerte siempre pero nunca se muere, maldito el que llame a esto poema, ¿crees que le pasa lo mismo a Mortal y Rosa?

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