viernes, 4 de noviembre de 2011

El precio de las palabras




Le brota sangre,
se le empañan las gafas
y disloca la cara.
Las rodillas le aprientan ambos brazos 
contra el suelo.
Se retuerce encendido.
No llora. Aún no siente los nudillos.
Su diafragma corta de súbita el bombeo.
Lucha por repirar
y se le quiebra el aire en los pulmones,
exhala un llanto rendido
con cara de abandono.
Un nuevo golpe.
Se infla rojo otra vez como un balón.
Coge aire y se le aclara la tez. 


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